UNA MUJER DECONSTRUIDA
Los seres humanos, en términos generales, vivimos la cotidianidad sin
preguntarnos, y mucho menos contestarnos, cómo surgió la sociedad en que nos ha
tocado vivir. Simplemente nos echamos a vivir o sobrevivir. Nacimos en una
sociedad donde todas sus instituciones nos construyen cual edificio con todas sus
partes. Reproducimos valores, normas, saberes y símbolos como una buena
fotocopiadora de alta resolución. Esas reproducciones y construcciones, saludables
o insalubres, las llevamos metidas en la conciencia, en la piel; nos guían por la vida
como un mapa prediseñado por generaciones pasadas. Hay que seguirlas por
tradición. Son paradigmas incontestados e incuestionables. Muchas veces, en la
vida privada, los violentamos pero ante el ojo público jugamos a vivir con ellos en
una especie de cultura ideal.
Sin embargo, hay seres humanos, dentro de una misma sociedad, que contestan y
cuestionan; que son capaces de apuntalar a aquello que le prohíbe ser felices. Los y
las que caminan por esas sendas son contestatarios y contestatarias. Le contestan,
le responden, a los valores, normas, símbolos y saberes que en muchas ocasiones
nos impiden avanzar en la edificación de culturas más tolerantes y amparadas por
la equidad. Por ser entes pensantes, racionales, pero sobre todo, inconformes,
saltan al proceso interior de deconstruirse. En ese proceso corren el riesgo de ser
tachados(as) y señalados de irrespetuosos al orden establecido; a los paradigmas
cargados de poder. Son vilipendiados(as) y hasta crucificados, cual el Cristo en la
cruz, por mirar el mundo desde muchas perspectivas y proponer, a boca de jarro,
sus inconformidades por lo que ocurre en el cuerpo social donde les tocó vivir. En
ocasiones son perseguidos(as), encarcelados y muertos por enfrentar con pasión
las causas que identifican como justas. Casi siempre el estado se encarga de
demonizarlos o adjudicarles ribetes de locura. Pero el balance de la historia nos
dice que sin ellas y ellos, esos(as) testarudos(as) quijotescos(as), no hubiésemos
avanzado hasta donde hemos llegado. Algunos(as) , en ocasiones, después que la
muerte los desaparece del ámbito social, son reivindicados y hasta elevados a
rango de próceres. Incluso el Estado participa en esa ascendencia romántica. Ya
ellos y ellas no constituyen un peligro para la sociedad.
Juana Colón caminó por las sendas de la deconstrucción. Sus ejecutorias y
múltiples dimensiones en la sociedad comerieña son vivo testimonio de lo
quijotesca que fue. Fue una inconforme por no aceptar los paradigmas que
establecían la pobreza como natural, por eso batalló en grandes huelgas
reclamando justicia para sus hermanos de clase en el mundo del tabaco. En este
mismo espacio, en esta misma casa, los jerarcas del mundo del tabaco,
representando al capital ausentista, movían su poder para acallar- con balas si fuera
necesario - a aquella negra nacida de las entrañas de un Comerío mulato. Nunca la
pudieron callar. Nunca la riqueza casi ilimitada de James Duke, desde New Jersey
manipulando las redes de su American Tobacco Co., pudo contra aquella hija de
esclavos que , al decir de nuestros jóvenes hoy: “ïba a to’as”.
La gran victoria en la huelga de 1919 es un vivo testimonio de su arrojo. Cual
Juana de Arco – título dado por el pueblo tabacalero – hizo causa común con sus
hermanos de clase, aquellos pauperizados y explotados por el capital. Quisieron
asesinarla y no pudieron; quisieron acallarla con la cárcel y no pudieron; quisieron
adjudicarle demencia y no pudieron; quisieron discriminarla por su negritud y no
pudieron. Se levantó en la tribuna socialista como portavoz de los olvidados y
débiles. Allí arengaba contra las injusticias de un Puerto Rico montado sobre bases
estamentarias. Reclamó el derecho de las mujeres a votar en los procesos
electorales, por lo que participó en campañas dirigidas a lograrlo, hecho que
ocurrió en 1936. Fue nuestra gran matrona y doctora de barrio, currando y sobando
a todo aquel que llagara hasta su puerta, especialmente a los desamparados. Juana
Colón vivió para una causa, construir un Puerto Rico amparado en la justicia y la
igualdad, por eso fue socialista hasta su muerte. No me cabe duda que fue una
mujer que realizó su vida deconstruyéndose y deconstruyendo una sociedad
patriarcal donde las mujeres estaban mucho más desvalorizadas de lo que están
hoy.
Pero la vida de Juana Colón y su reivindicación como personaje histórico no
tendría sentido si desde el hoy no continuáramos con su agenda inconclusa. Ella
hizo su parte con mucho menos recursos que nosotros(as). Y aunque ella fue de
otra época y tenia otra visión de mundo, pienso que todos(as) los que hoy soñamos
con otro Puerto Rico posible, estamos atados a su agenda inconclusa: hacer un país
de justicia y equidad. Pero siempre haciendo nuestro el dicho de Hostos: “la mejor
manera de decir es hacer”. A mi no me cabe dudas que Juana Colón siempre hizo
más de lo que dijo.
Si miramos exclusivamente la situación de la mujer en nuestro país hoy día, es más
que meritorio seguir la agenda de la Matrona de Rio Hondo. Hay que educar para
la justicia, para la equidad, para la libertad, para la tolerancia de los que vivimos en
este cuerpo social. Hay que educar y trabajar para evitar que seamos uno de los
países donde mas asesinatos de mujeres se cometen en el mundo. Hay que trabajar
duro hasta hacer un país donde las relaciones de pareja dejen de atarse a la
esclavitud de la mujer y los roles impuestos a ésta. Si queremos otro país distinto al
que tenemos, hay que transformar el sistema educativo para que sea vehículo de
crecimiento humano y no promotor y reproductor de prácticas y construcciones
poco edificantes. Si queremos crecer como pueblo tenemos que dejar de ver a la
mujer como un mero retrato colgado en la pared, como un ente de la cocina y la
cama. Tenemos que dejar de mirar con desprecio a nuestras niñas que, por razones
diversas, quedan embarazadas a edad temprana y luego se sumergen en la pobreza
y hasta en la prostitución. ¿Cuántos de los aquí presentes no vinimos al mundo de
vientres de 13 y 14 años? La esperanza y la oportunidad son hijas de las visiones
más adelantadas de la humanidad, hagámoslas nuestras. Venimos al mundo
deconstruidos, algo así como tabla raza, luego somos construidos a imagen y
semejanza de las instituciones que a su vez fueron hechas por nosotros(as). Somos
víctimas de lo bueno y malo de ellas, pero también somos los únicos responsables
de trasformar lo que en ellas no nos hace ser justos, equitativos y tolerantes. Lo que
nos hace infelices.
Pero es refrescante saber que más allá de las estructuras atrofiadas del estado
colonial, hay gente dispuestas al combate. Sin paga o sueldos jugosos, se reúnen a
planificar para hacer; para intentar transformar un país que a todas luces no está
bien, que necesita de todos(as) para hacerlo vivible. Gente que se sienta, incluso, a
hacer autoevaluaciones y promover transformaciones. No lo saben todo, pero se
educan para saber más; no creen tener el mundo en sus manos, pero están
insatisfechos con lo que le ha tocado vivir. Son gente imperfecta intentando hacer
volar el cometa de un mundo nuevo.
La Casa Juana Colón- como punto de encuentro y trabajo por la equidad, la
justicia y la tolerancia social - convoca a todas y todos los aquí presentes y a
otras(os) que no lo están, a soplar fuerte para que el cometa vuele más alto cada
día. Este proyecto, enfocado en la mujer, necesita de ustedes, por eso fueron
convocados aquí a que lo conozcan más. Necesitamos de gente como ustedes
preocupados por nuestro país, inconformes y buenos puertorriqueños(as);
necesitamos sus ideas y su acción en esta lucha por darle seguimiento a la agenda
que una vez Juana Colón, tal vez sin saberlo, se trazó. Para que Juana Colón siga
viva entre nosotros(as), tenemos que trabajar con el pueblo y desde el pueblo como
ella siempre lo hizo.
Muchas gracias.
Palabras leídas como parte de la Gala de la Casa Juana Colón. 30 de octubre de
2010.
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